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jueves, 5 de enero de 2012

Pez, para ti... desde el fondo de mi mar

Nunca he pensado que mi vida sea de estructuras, de ideas que se plasmen y se realicen con tanta mesura en su razonar. Siempre he pensado que es todo lo contrario. 

Desde que era un huevecillo aprendí que la corriente es traicionera: es dura y fría; es templada y suave. Cuando nací no hice otra cosa más que sobrevivir, nadar y aprender a alimentarme. Crezco y caigo en cuenta que nada ni nadie estarán para mí. Nadie crea mis estructuras y sólo, un pez en toda esta inmensa y abrupta agua, tiene que vivir.

Soy un pez de agua dulce, pero mi sueño es ir al mar.  Muchos me dicen que el mar es el lugar más extenso, bello, maldito, soberbio, precioso, noble, sublime y natural que puede haber. Pero todos dicen: ¿Qué harás tu allá, un simple pez de agua dulce? Otros me dicen: ¿Tú, ir al mar?, ¡pero si eres un pez de pecera! No eres más grande que una barracuda. Sí, no seré para el mar, pero el mar será para mí.

Pude no tener estructuras para que, al subir la cascada, no me coman los osos. Tuve mucha suerte e intuición. Pero como ves… no es todo en la vida. Las pasiones no lo son todo.

Mil peces andan nadando por allí, dos que tres se han quedado. Uno de ellos me enseñó que las aguas árticas no lo son todo. Me enseño a buscar un hogar, a comer de una manera sana, a amar el clima templado, a querer nadar por la libertad. Era un pez espléndido. Sus escamas eran brillosas, herida que tenía, herida que cubría porque su luz no tenía igual. Su calor y cariño tampoco. Su carisma hacia que la vida de un simple pez fuera más cariñosa y visionaria. No puedo decir lo mucho que amé a ese compañero de trayecto, fue el mejor pez que he tenido en mi vida.

Cuando llegó el momento de partir, las pequeñas lágrimas plateadas se salieron de mis ojos negros. No puedo evitar llorar cada que me acuerdo de él. Siempre fue y será un gran, gran pez. Sólo de recuerdo tengo su brillantez, su calidez y su fortaleza. Un pez que todos deberíamos valorar. Yo siempre lo amaré. 

Pero entre todo ese camino, siempre viene el atascadero. Una cuenquita de de lodo no me soltaba y gritaba a mis oídos las más puras maldiciones. Gusanos por aquí e insectos por allá. No comí, no dormí, no dejé que la fuerza del lodo me absorbiera. Luché, nadé, lloré, me perdí en la misma herida. Pero una vez, cuando nadie se acordaba de mí, de esta estúpida pez, salió un algo, nunca supe que fue.

Desperté y, como si fuera el primer día del atascadero, nadé sin parar, sin dejar de tener fuerzas, nadé con tanto coraje que las lágrimas plateadas se salían y se volvían sangre. Sí, lloré sangre, tanta desesperación de salir, que nadé y lloré sangre. 

Quiero que algún día que nades por estos lares, este mar tan bello y puro, tan soberbio y maldito, te acuerdes del destino. Cuando Destino llegue, yo estaré allí. 

Pez bronceada, de ojos ámbar. El mar te espera, el mar te arropa. Nada entre algas, nada entre arena.
Pez sueña. Pez nada. Pez realiza. Pez pura: Constanza… ama.

2 comentarios:

  1. "Al final todas tus pasiones se convirtieron en virtudes y todos tus demonios en ángeles" (Friendrich Nietzsche).
    Me has dejado sin palabras y eso que la "escritora" soy yo. ¡Excelso!

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  2. gracias colega !!! ya la inspiración ha llegado...
    Lo que tu tienes de escritora, lo tengo yo de músico !!

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