'Daydream' de azotea

Estoy en mi clase de psicología y comienza a sonar Si, de repente, recuerdo aquellos años de mi juventud. Son recuerdos de cuando fui joven, cuando tenía sueños hippies; recuerdos de los momentos que compartí con una de las mujeres que más he amado en mi vida. Recuerdos de azotea (así les llamo).

He recordado ese «te enseñaré a jugar básquetbol»; promesas -aún- no cumplidas, promesas que quizá jamás se realicen. ¿Cómo olvidar esas noches sin dormir? ¿Cómo olvidar todas esas platicas? ¿Cómo olvidar todos esos momentos? ¿Cómo olvidar los vídeo juegos? ¡Qué va! ¿Cómo olvidarla a ella si por ella aprendí muchas cosas, si por ella, en gran parte, soy lo que soy? Juntas: ella y yo; el duo dinámico. Recuerdos de las dos de la mañana, ella café y yo leche; de Chapultepec a las siete de la mañana en domingo; de las cinco treinta de aquel jueves: ella partiendo con rumbo a Nuevo Laredo y yo... yo ni siquiera en la terminal. 

—Vamos a Oaxaca, después a Veracruz.
—No puedo, mi mamá se enojará.

—Está bien, luego no te arrepientas. Que conste que yo te invité.

Me pregunto si aún recordará -ella- esos «Limpia bien los discos. Ahí, los cables con acetona» de las seis de la tarde en domingo.

Tardes de azotea, tardes de sueños y hoy... hoy mañana de recuerdos, recuerdos inolvidables.

Qué poco duran las canciones, qué tanto los recuerdos; tal como Neruda lo escribió (es tan corto el amor y tan largo el olvido).

Este es mi daydream añorado: recuerdos de los recuerdos que se supone algún día ocurrirían, pero quizá jamás sucedan.

Ya no subo a la azotea desde que ella no está.

"Yo no sé desde dónde, hacia dónde, ni cuándo regresarás... Sé sólo que te estaré esperando"
(José Angel Buesa)