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jueves, 3 de mayo de 2012

El hombre con ojos de escama

                                                                                 I

Yo lo llamaba Víctor. Jamás supe su nombre verdadero, pero así se llamaba el locutor de "Radio latina" la estación que más escuchaba yo, Atalmiro. 
Dicen que yo soy Atalmiro porque veo todo. Pero no es cierto, yo sólo fijo mis ojos en el cielo, en el mar, en la tierra. Ellos me dan las respuestas que no pido y me escupen preguntas de a montón en la cara. Una vez el mar me escupió tanto que duré 500 días y 501 noches inventando preguntas e historias absurdas de hombres que aman y mujeres que olvidan. 
Yo era pescador, bailarín y poeta. Pescador porque con mis redes atrapaba a esos peces colorados que tienen alas, bailarín porque una sirena me prestó unas zapatillas de ballet y poeta porque escribo de los estériles gemidos de los hombres. 
Pero les hablaba de Víctor, Vequerano, Vicayo, Vicuña, Viquero... ese hombre que tenía los ojos de escama.
Pues él, ese hombre que se volvía mujer, era llamado por mí Víctor. ¿Por qué Víctor y no Eustaquio? Porque yo escuchaba "Radio latina" y así se llama el locutor, Víctor.
Víctor andaba en bicicleta de cuatro ruedas, a pesar de que era muy grande. Víctor, Vicayo, Vicoleto tenía unas piernas tan grandes que parecían popotes hechos especialmente para gigantes. Victor andaba harto en bicicleta porque si se atrevía a caminar se tropezaba, se caía y mataba hormigas. Un día éstas se enojaron, se juntaron y lo persiguieron. ¡Le metieron tantas mordidas en la cara que sus cachetes parecían calabazas de Jalowin mal cortadas!
Pero Víctorín, Viquito, Vicolín tenía los ojos de escamas y yo le veía a él. Nomás a él.

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