Miro hacia niguna parte mientras te espero sentada. Mi estómago gruñe en protesta de que no ha recibido alimento desde la tarde anterior, no acostumbro cenar ¿saben? y el precio de llegar temprano fue el abstenerme de desayunar. Ahora que lo pienso no fue por desición, fue por descuido, quería verte, solo tú estabas en mi mente, llegar...¿quién podría acordarse de comer en esos instantes?, al menos yo, no pude. Pero ahora no estabas tú y en mis cavilaciones mi cuerpo protestó molesto ante mi negligencia, -luego- murmuré frunciendo el ceño a mi estómago, suerte que no había alguien que viera mis delirios de hablar conmigo misma, las personas se asustan fácilmente.
Ese día, esperé que no tardaras demasiado, sentada en aquella banca de concreto en la que todo empezó.
-Hola- murmuraste, y de pronto mi corazón se aceleró bruscamente, la sangre latió en mis sienes y una sensación fría bajó por mi esófago. No sabía como acontecerían las cosas ese día, no era buena en eso de los "encuentros casuales", ¿qué debería hacer frente a ti?, ¿qué sería lo adecuado?.
Todo esto pasó por mi mente en un segundo, pero alcancé a levantar pronto la mirada.
-Hola- murmuré casi con el corazón en la garganta, no sabía que decir ni que sacar a colación. ¿Esperabas que me lanzara a besarte desde el primer día?, eso quizá nunca lo sabré, pero en ese momento sólo esperé a que tu iniciaras la conversación. "Deja que él te guíe" decía mi mente y le hice caso.
Empezamos a platicar de cosas casuales, de esa estúpida red social donde nos conocimos, cosas de antaño, me tocó platicarte mi desgracia y que tu me compartieras lo que sabías de ella. Nos tocó vagar por la escuela, yo, temblando junto a ti.
No sabía que tipo de persona eras, te tenía algo de miedo -ahora te confieso- , no sabía medir tus reacciones. Eras una persona tan rara, tan ajena a mi, tan fuera de mi círculo social. Me atraías, eras el peligro, la maldad, tan contrario a mi forma de ser, en esos momentos yo solo quería dejar de ser como era, quería cambiar, tenía sed de venganza y ganas de olvidar.
Puede que no lo supieras, pero yo estaba dispuesta a todo ese día, dispuesta a besarnos unas horas y al otro día olvidarnos, dispuesta a que fueras un rato en mi vida, que fueras mi pequeño escape de la realidad que perforaba mis entrañas, que por un momento te convirtieras en mi consuelo, mi alimento y al día siguiente fueras un recuerdo.
En estos mismos momentos me pregunto que hubiera pasado si te hubieras atrevido a besarme en ese día, cuántas fichas habrían cambiado, si nuestro destino fuera a ser el mismo, si a pesar de ello hubieramos continuado. Realmente lo dudo, pero de las decisiones no tomadas no podemos opinar nada, son oportunidades pasadas.
Ese día de hambre, ese día en que platicamos, ese día en que nos encoontramos en la banca de cemento dentro del cubo cerca de las aulas de lengua, cuando te vi a la cara y traías esos tenis cafés que tanto me y te gustaban, ese día.
Aquel día pudiste haberme besado, ese mismo día me hubieras olvidado...pero así no fue, ese día no nos besamos.
Y fue lo mejor que nos pudo haber pasado.
Ese día, esperé que no tardaras demasiado, sentada en aquella banca de concreto en la que todo empezó.
-Hola- murmuraste, y de pronto mi corazón se aceleró bruscamente, la sangre latió en mis sienes y una sensación fría bajó por mi esófago. No sabía como acontecerían las cosas ese día, no era buena en eso de los "encuentros casuales", ¿qué debería hacer frente a ti?, ¿qué sería lo adecuado?.
Todo esto pasó por mi mente en un segundo, pero alcancé a levantar pronto la mirada.
-Hola- murmuré casi con el corazón en la garganta, no sabía que decir ni que sacar a colación. ¿Esperabas que me lanzara a besarte desde el primer día?, eso quizá nunca lo sabré, pero en ese momento sólo esperé a que tu iniciaras la conversación. "Deja que él te guíe" decía mi mente y le hice caso.
Empezamos a platicar de cosas casuales, de esa estúpida red social donde nos conocimos, cosas de antaño, me tocó platicarte mi desgracia y que tu me compartieras lo que sabías de ella. Nos tocó vagar por la escuela, yo, temblando junto a ti.
No sabía que tipo de persona eras, te tenía algo de miedo -ahora te confieso- , no sabía medir tus reacciones. Eras una persona tan rara, tan ajena a mi, tan fuera de mi círculo social. Me atraías, eras el peligro, la maldad, tan contrario a mi forma de ser, en esos momentos yo solo quería dejar de ser como era, quería cambiar, tenía sed de venganza y ganas de olvidar.
Puede que no lo supieras, pero yo estaba dispuesta a todo ese día, dispuesta a besarnos unas horas y al otro día olvidarnos, dispuesta a que fueras un rato en mi vida, que fueras mi pequeño escape de la realidad que perforaba mis entrañas, que por un momento te convirtieras en mi consuelo, mi alimento y al día siguiente fueras un recuerdo.
En estos mismos momentos me pregunto que hubiera pasado si te hubieras atrevido a besarme en ese día, cuántas fichas habrían cambiado, si nuestro destino fuera a ser el mismo, si a pesar de ello hubieramos continuado. Realmente lo dudo, pero de las decisiones no tomadas no podemos opinar nada, son oportunidades pasadas.
Ese día de hambre, ese día en que platicamos, ese día en que nos encoontramos en la banca de cemento dentro del cubo cerca de las aulas de lengua, cuando te vi a la cara y traías esos tenis cafés que tanto me y te gustaban, ese día.
Aquel día pudiste haberme besado, ese mismo día me hubieras olvidado...pero así no fue, ese día no nos besamos.
Y fue lo mejor que nos pudo haber pasado.
 
 
Las experiencias nos unen, los detalles le dan sabor a la vida, es curioso detenerse un momento y mirar hacia atrás, en ocasiones tenemos la oportunidad de ver estaos pequeños detalles, que al ojo común podrán parecer insignificantes pero para aquellos que los viven son el punto medular donde comienza una historia.
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