La noche ha abandonado mi aposento,
un rayo de sol entró por mi ventana;
no me queda más que el recelo
de tu sonrisa tan anhelada.
Abrí los ojos y vi un claro reflejo:
una silueta bien dibujada;
imposible era creerlo:
tu cuerpo estaba en mi cama.
Los pajarillos afuera cantaron,
despacio acaricié tu piel
y lentamente tus labios besé.
Dos luceros de día aparecieron,
en mi boca un sabor a miel
y en tu corazón la esencia de mi ser.
Lindo, muy lindo
ResponderEliminarGracias. Es de los primeros poemas que he escrito.
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