Ana Delmiri. Nació de un cisne. Una noche, igual de nublada que la crucificción de Cranach, Ana decidió ser escritora. Se puso un vestido floreado, recogió su largo cabello rizado y salió al mundo con el enfermizo afán de retratar con palabras el fantástico, pero absurdo, mundo de los hombres. Sólo que había un problema. Ana no podía salir más que de noche.
Ana enloquece con los raspados de grosella, los susurros amables del viento y los cálidos rayos del sol (Aunque jamás los ha sentido). Anda descalza por la vida, sus pies disfrutan al pasto fresco y su peor miedo son las vacas. Pinta manzanas cual niña artista y su abuela es su mejor consejera.
Sí, eso es Ana. Sí, yo soy Ana. Y es para mi un placer escribir en este espacio.

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