A mis amigos.
Un escritor no puede tener dedos atrofiados o con alguna enfermedad como la artritis. Un escritor debe siempre tener la libertad de movimiento en sus manos. Un escritor siempre amará a sus dedos y estará agradecido con ellos por el simple hecho de que, pudiendo ser de alguien más, son suyos. El escritor daría la vida por sus dedos.
Cuando se es un escritor joven a veces uno ve dedos en otras manos y piensa «¡Oh, Dios! ¿Por qué esos dedos no son míos?». Cuando se es joven llega el momento en el que uno reniega de sus dedos: muy largos, muy cortos, muy anchos, angostos, chatos, puntiagudos. Un escritor joven se refugia detrás de los defectos de sus dedos cuando no escribe una buena historia con las manos. Claro que no siempre es culpa del escritor, a veces los dedos tienen gangrena y entonces es culpa de los dedos, no del escritor. Cuando se es un escritor joven se hacen cuentos muy malos y novelas peores, se escribe con errores ortográficos y una pésima redacción; pero se comprende porque el escritor es joven, es novato y se sabe que con el tiempo aprenderá a escribir correctamente.
Cuando se es mayor y se tiene dinero uno descubre que los dedos se venden. Uno compra un par de ellos y justo cuando se toma la pluma y se dispone a escribir, ¡puf! Los dedos se rompen. Uno aprende a la mala que los dedos comprados pueden ser hermosos y se pueden presumir con anillos ostentosos, pero no sirven para escribir con ellos.
Pasa más tiempo y ya se es un escritor consumado. El escritor con experiencia aprendió dos cosas: que todas sus historias fueron excelentes, aún aquellas que fueron pésimas y que los dedos propios fueron los únicos que estuvieron a su lado siempre. El escritor de edad avanzada tuvo que amputar muchos dedos, si bien le fue se quedará con uno o dos; quizá ya no tiene dedos. Pero quien sabe, pudo comenzar con cinco y terminar su vida con diez.
Amo mis dedos y por ello puedo nombrar fácil y rápidamente a Meñique, Anular, Medio, Índice y Pulgar.
Escribo un libro, espero ir en el inicio y no terminarlo pronto. Dix-huit ans d'histoire y a lo largo de la misma he debido cortarme unos cuantos dedos. Ha dolido, claro, pero fue necesario hacerlo.
Soy una escritora joven y espero que cuando sea una escritora anciana tenga aún mis cinco dedos para tomar mi copa de cognac.
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