Llamando a una sexoservidora.

-Dígame, ¿qué hace en este instante?

-Quemo hojas de papel, las quemo, son muy rugosas, se sienten como lijas en mis manos desnudas, me duelen o me duele el fuego. No, es el papel, mis versos, me duelen mis letras, se esconden de mí, ya no me gustan, me pesa escucharme, veces que me oigo demasiado, veces que nada. Me pesa saberme, algunos días soy muy escéptica otros creo todo. Hoy creo todo.  

-¿Qué cree en este momento?

- Creo en destino, yo no creo en el destino, pero hoy lo hago, porque… ¿por qué? No lo sé, veo aún sus ojos y eso me hace creer en el destino. Sabe, cuando era niña solía pensar que yo era de esas personas que solo vas a ellas cuando las necesitas.

-Económicamente.

-No, para nada, esa es mamá, ella es mamá con todos, incluso conmigo, aveces. Yo soy sentimental, buscan mis sentimientos, o yo los busco, si alguien me necesita voy con él, si no, pues no. Cuando ya no les soy necesaria, me voy o me echan, siempre es así.

-Y quema sus hojas

-Así es, las quemo porque ya no siento o no quiero sentir, le cuento, en medio año dos personas ya me han dejado, amigos… sí ya sé lo que cree pero eran mis amigos confiaban en mí yo en ellos, pero solo trataba un tema con ellos, amor, muerte, olvido. No lo recuerdo. A cada persona le doy su propio tema. ¿Escuchó la voz?

-No

-Yo sí, me asusté. Me voy, sabe, es bueno saber que se puede hablar con alguien imparcial, aunque el teléfono costará mucho.

-Es extraño, usualmente me hablan hombres, hoy no, hoy fue usted, es bueno saber que puedo hablar por teléfono sin gemir, espero haber ayudado.

-Sin duda, buenas tardes

(Cuelga el teléfono)