Se puso los botines de la hermana de su abuela para brincar en los charcos que
se hacen en la entrada de su casa. Hermelinda no puede escuchar bien del oído
izquierdo, (sólo ella sabe su desgracia y qué se la causó), así que siempre está
dando el oído derecho a la calle, donde como cada día Fidencia, la vieja que
vende leche, lleva a trabajar a su hijo, un buen mozo. La vieja es el diablo y
muy carera, pero éso sí, tiene un chamaco hecho un cuero. El chiquillo también
quiere tener sus quereres con Hermelinda. Y como es muy penoso, no puede ni
voltear a ver a la sordita, pero le mueve la campana a la vaca para que ella lo
voltee a ver.
Tiene
mucho sarro en los dientes, es más, tiene más sarro que dientes, le huele la
boca a antaño. Se sienta en una silla hecha de palma que compró a un ambulante
por la grosera cantidad de 100 pesos con regateo. No sé si recuerda que a su
esposa la conoció tocándole la campanita a la vaca, o al menos si aún recuerda
que tiene esposa. Ya no es un cuero de muchacho. Ya es bastante viejo para saber
q...ue un día
lo fue. Ahora me toca a mí verlo cada que voy a la tienda de Mauricio. ¿Y cómo
sé que a su esposa la conoció de esa manera? Bueno, porque ahora mi madre es
esposa de su hijo. Mi abuelo es mi vecino, y mi abuela, bueno, mi abuela sabía
que como al inicio, su marido terminaría por no hablarle. Así lo
ama.
Ximena Cuevas.
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