El retumbar de la pluma sobre el papel llevaba media hora sin parar, las campanadas del reloj sonaban a intervalos cada vez más cortos y la mente se enjugaba la cara con el sudor de la frívola masacre… del alma.
La mente juega diversos papeles a la hora de la reflexión, el sonámbulo que pretende hacer de los momentos infinito tiempo, no es más que un cordero que sigue las indicaciones de algún intérprete cansado.
Mirar a través de la ventana el paisaje lluvioso no te hace amar el agua que corre tras el cristal, sino amar la calidez del dormitorio que te protege de la tempestad.
Nuevamente suena la campana y tres veces el gato pasa frente tus pies descalzos. Mis piernas se juntan al alma intentando rescatar la falta de compasión por un poco de misericordia, soberbia.
Bebo ron porque nada más tengo a la mano, tal vez es jugo de manzana. Me retumba el corazón detrás del pecho, tal vez es excitación o es que una almohada me impide respirar, intento sobre vivir.
Se me cae la pluma o la tiraron, la tinta chorrea roja como la sangre de una paloma, se me cae la toalla miro agua, estoy afuera.
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