No eres como los demás, no eres como el común azul o verde pasto, que solo se manejan a sí mismos por determinadas relaciones que realizan, que se observan de lejos en el futuro como ordinarias personas que van a recordar su juventud y que harán juramentos que van a olvidar a medida que el tiempo las erosione de sus mentes inmaduras, sencillas y, por qué no, claras.
No eres chocolate con leche, porque ellos solo se preocupan por sí mismos y por aquellos que consideran parte de sí mismos, son egoístas, sumisos y atrevidos, siempre y cuando encuentren un incentivo lo suficientemente fuerte como para realizar un trabajo o actividad que produzca placer a través de los demás.
Ni siquiera eres verde azulado, el color del mar superficial, que cree que por ser parte del mar ya es de una profundidad excelsa, aunque simplemente se trata de una mala imitación de algo grande.
Tu eres del color de las llamas danzarinas que se ven en una fogata hecha con leña seca y tierra. Yo me siento alrededor tuyo para recibir calor, para escuchar el precioso sonido que hacen los maderos al quemarse debajo de tu magnífica presencia. Yo veo cómo consumes el aire que está a tu alrededor, suponiendo que es solo tuyo.
A veces me gusta solo olisquearte, tu piel no es de fuego, es solo tu alma. Sin embargo, también es tu olor como el de las llamas que consumen, es fuerte, poderoso… atrayente. Es erótico.
Si me dejara llevar solo por el olfato, me convertiría en sumisa esclava, porque parte de mí es chocolate, egoísta… hedonista. Pero también morado, morado rudo, reacio, como un potro salvaje que no está dispuesto a ser domado.
Tu eres cerezas silvestres que mojan los labios del viajero, no con dulzura, sino con desprecio y ganas de provocarle más sed, pero al tomar el fruto, no la cáscara, eres dulce y no más rojo, sino rosado y sencillo. No simple, sencillo.
Eres café, como una manada de fieros caballos salvajes que corren por la tundra con orgullo e insolencia, demostrando que ellos son los dueños del viento y no el viento de ellos. Desbocados chocan contra las aguas heladas de un río de poca profundidad. Sí, eres de alma insolente, alma libre, que prefiere morir en las profundidades de los lagos, antes de ser devorada por una fiera.
Es que tú eres tan fuego y yo soy tan aire…
No hay comentarios:
Publicar un comentario