Es de madrugada, te levantas y le pides que se retire del diván y vaya a la cama contigo. Te dice que lo más que puede hacer es apagarte la luz para que puedas dormir. Intentas dormir. No puedes. La ves durante algunos instantes. Te levantas de la cama. Tomas las llaves del auto y las de la casa. Sales de la recámara. Bajas las escaleras. Abandonas la casa. Te subes a la Toyota RAV 4 (que compraste por gusto de ella, tú preferías la FJ Crusier). Enciendes el motor. Ves por el espejo retrovisor. Comienzas a conducir. Paras en una gasolinera. Llenas el tanque. Continúas manejando. Pasas por una, dos, tres, cuatro casetas. Continúas manejando. Llegas a las Barrancas del Cobre. Frenas. Sales de la camioneta. Ves cómo amanece. Te maravillan los tonos cálidos que adquiere poco a poco el paisaje siempre azul. Regresas a la camioneta. Enciendes el motor. Lo apagas. Decides dormir. Sueñas algo, no sabes qué, pero sabes que lo soñaste. Despiertas. Crees que es momento de regresar a casa. Enciendes el motor. Ves por el espejo retrovisor. Comienzas a conducir. Paras en una gasolinera. Llenas el tanque. Continúas manejando. Pasas por una, dos, tres, cuatro casetas. Continúas manejando. Llegas a la casa. Frenas. Estacionas la camionera afuera, como siempre. Entras a la casa. Subes a la recámara. La encuentras dormida en el diván. La llevas a la cama. Tiras su iPad al suelo y se prende. Ves un mensaje. Dejas la tableta sobre sus manos. Te sientas a su lado. La ves dormir durante algunos instantes. Te levantas de la cama. Tomas las llaves del auto, esta vez dejas las de la casa. Sales de la recámara. Bajas las escaleras. Abandonas la casa. Te subes a la Toyota RAV 4 (que compraste por gusto de ella, tú preferías la FJ Crusier). Enciendes el motor. Ves por el espejo retrovisor. Comienzas a conducir. Paras en una gasolinera. No compras gasolina. Continúas manejando. Pasas por una, dos, tres, cuatro casetas. Continúas manejando. Llegas a las Barrancas del Cobre. No frenas. El sol se oculta contigo. 
Decides escribir: “Es de madrugada, te levantas y…”. Agradeces, Friedrich, que Lou haya preferido a Maria y no a ti.
 
 
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