Hoy, cerca de la casa de mis padres, me encontré con
un par de chicos que, aunque no vestían como patinetos, no hacían acrobacias
como ellos y ni siquiera se podían subir a su patineta, se creían skaters. Eran decepcionantes, pero me
hicieron recordar lo que ocurrió aquel 9 de diciembre.
Era viernes. Ese día mi
amiga Constanza dio un concierto que comenzó a las seis de la tarde. Como llegué
las 4:30 decidí ir a la glorieta que quedaba
enfrente del lugar del evento. En el centro de la glorieta había un amplio
espacio por donde transitaba la gente, esa misma zona servía de pista de
entrenamiento a un trío de patinetos que llegaron alrededor de las cinco y cuarto.
Eran tres jóvenes de no
más de veinte años. Dos de ellos vestían bluyines: uno llevaba puesta una
sudadera con capucha en color negro, el otro una playera roja de mangas a tres
cuartos. El  tercero tenía un pantalón
cargo café claro que le llegaba debajo de las rodillas, una playera blanca de
mangas cortas y cargaba una mochila que a simple vista parecía de la marca
North Face. Los tres usaban tenis del mismo color y modelo: Nike Mogan, negro
con blanco.
Intentaron hacer un Pop shove-it ocho veces continuas sin
obtener éxito. El chico del pantalón cargo decidió poner música y la primera
canción que se reprodujo fue Bittersweet
symphony. Pareció que ésta fue su inspiración pues mientras los otros dos
se sentaron con cara de derrotados, él logró hacer su truco. Por desgracia su
patineta se atoró en un “hoyo fantasma” y salió disparado.
Justo cuando se estaba
levantando llegaron un par de bikers que
se fueron junto con sus amigos. El chico Pop
shove-it se sentó en la banca que estaba justo frente a mí. Tomó su mochila
y sacó objetos de dibujo.
Lo miré fijamente pues
admito que era un muchacho muy lindo. Tenía piel blanca con pequitas en sus
pómulos y brazos que atribuí a cada hora que pasaba bajo el sol entrenando sus
acrobacias. Su cabello era muy parecido al de Jensen Ackles cuando actuó en Smallville: corto, sin peinar y de color
castaño claro. Medía aproximadamente 1.75 y calculo que no pesaba más de
setenta kilos porque era un chico delgado, pero robusto. Lo que más me gustó del
él fue la manera en que clavó sus ojos color miel en la profundidad de su
dibujo y los movimientos que hacían sus manos largas y venosas en cada trazo. ¡Ay, nada más de acordarme!… En serio: esos wannabe que vi hoy no se parecían
en nada al chico Vertiz.
 
 
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