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lunes, 27 de mayo de 2013

Carta 2


Esta es mi segunda carta en este horrendo lugar.
Si bien, el cuarto es una mierda, hoy pude escuchar el canto de un pajarito, muy tímido el pobre. El pequeño estaba atrapado en una jaulilla que se hizo sin querer, con unas ramitas que le merodeaban en su pico, pero cuando el pajarito logró salir de su jaula, éste volvió a proliferar su canto chiquito.

No me importa mucho cómo están, porque esa pregunta encerrado en esta mierda, no queda. Sólo están y vivos; comidos y bañados.
Yo sigo encerrado en esta cosa. Quien sabe por cuanto tiempo.

Si te cuento, aquí están las personas más enfermas que uno se pudiera imaginar: locos, depresivos, asesinos, mentirosos, chivatos, de todo. Pero el peor de todos es uno al que le dicen “el Don”. Él te agarra muy fuerte de todos lados y no te suelta; te estrangula con sus brazos fuertes recordatorios y te susurra: “mírate bien en el espejo… ¡PERO MÍRATE!. Aquí estás y no te zafas. Y te miras, no sabes si llorar por tu imagen ennegrecida, puerca, triste o sólo mirarte.

Te tortura de muchas maneras y a cada uno de sus “favoritos” le escoge una tortura en especial. Yo soy un afortunado y escogió para mí la tortura más putrefacta. No sabes ni cómo ni donde consigue la droga, ni mucho menos como la terminas ingiriendo. Cuando sucede escuchas y vez todo lo que necesitas tener. Terminas en un mal viaje de tiempo, de luces y… dolor. Termina burlándose de mí.

Una noche, no sé cómo, me agarró dormido. Me tiró de mi cada, me golpeó hasta cansarse y burlándose, me dijo que todos “ellos” estarían gozosos de ver esto (y no lo dudo). Me gritó maricón, imbécil, miserable, marginado… y mil cosas más. Que él les hacía un favor a todos “ellos” de mandarme este mensaje (y sólo estuve de acuerdo en eso que él dijo) y lo citaré: “esos pendejitos no tienen lo que yo para decírtelo en tu cara”. No hablaré con todas las palabras anti sonantes, porque odio que lean por morbosidad o compasión. Sólo es vivencial.
Y después de escupirme, salió de mi celda y me dijo: recuerda que aquí mando yo, así que tranquilito y cooperando.
Dime tú, si la pregunta “¿cómo estás?”, es digna de preguntarla y responderla.

En este lugar no existe la calma, escuchas todo tipo de gritos: llantos, maldiciones, dolor. Y uno sólo se calla y se une telepáticamente a todo eso.
Las noches… no sé qué pensar de ellas. Empiezas a creer que tu celda se hace más pequeña, sucia  asfixiante. Hay todo el tiempo del mundo, pero sin nada que hacer.

Los presos que no te conocen siempre te preguntan: ¿por qué estás aquí?. Esa pregunta me la hago todos los días y la única respuesta que pienso es: inocencia y tiempo. Dos factores muy claves: justificación y acto. Sólo esa es mi respuesta, era concreta y digna. Después de todo un largo cuento, con la larga lista de personas está de más. Además, vuelvo a repetirlo: no hay morbosidad.
Si te cuento, nadie sabe de mi reclusión; salvo 2… 1 persona. Me visita cada que puede y me hace entrar en razón. ¿Qué mis padres?. A ellos les dije una mentira, que estoy de vacaciones y que no puedo visitarlos porque debo estudiar. Valla cosa… estudiar.

Soy mi única salida, en mi cabeza se forman sueños que terminan de pesadillas y llanto. El silencio no es más que tu melodía más bella. En pocas ocasiones hay tranquilidad.
¿Y la venganza qué?, dicen mis compañeros, sales y los matas. ¿Matarlos?, ya lo están, si vida es su muerte. ¿Qué diga sus nombres para que les tomen presos?, eso como dice “el Don” es una mariconería. “El perdón es la salvación”, ¿Salvación?, ¿la libertad es la salvación?, ¿”ellos” son libres?.

¿Qué cuándo saldré?, no sé… pregúntate tú cuando has querido salir de la “cárcel”.



Primavera 2013.
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