Esta
es mi segunda carta en este horrendo lugar. 
Si
bien, el cuarto es una mierda, hoy pude escuchar el canto de un pajarito, muy
tímido el pobre. El pequeño estaba atrapado en una jaulilla que se hizo sin
querer, con unas ramitas que le merodeaban en su pico, pero cuando el pajarito
logró salir de su jaula, éste volvió a proliferar su canto chiquito. 
No
me importa mucho cómo están, porque esa pregunta encerrado en esta mierda, no
queda. Sólo están y vivos; comidos y bañados.
Yo
sigo encerrado en esta cosa. Quien sabe por cuanto tiempo.
Si
te cuento, aquí están las personas más enfermas que uno se pudiera imaginar:
locos, depresivos, asesinos, mentirosos, chivatos, de todo. Pero el peor de
todos es uno al que le dicen “el Don”. Él te agarra muy fuerte de todos lados y
no te suelta; te estrangula con sus brazos fuertes recordatorios y te susurra:
“mírate bien en el espejo… ¡PERO MÍRATE!. Aquí estás y no te zafas. Y te miras,
no sabes si llorar por tu imagen ennegrecida, puerca, triste o sólo mirarte. 
Te
tortura de muchas maneras y a cada uno de sus “favoritos” le escoge una tortura
en especial. Yo soy un afortunado y
escogió para mí la tortura más putrefacta. No sabes ni cómo ni donde consigue
la droga, ni mucho menos como la terminas ingiriendo. Cuando sucede escuchas y
vez todo lo que necesitas tener. Terminas en un mal viaje de tiempo, de luces
y… dolor. Termina burlándose de mí.
Una
noche, no sé cómo, me agarró dormido. Me tiró de mi cada, me golpeó hasta
cansarse y burlándose, me dijo que todos “ellos” estarían gozosos de ver esto
(y no lo dudo). Me gritó maricón, imbécil, miserable, marginado… y mil cosas
más. Que él les hacía un favor a todos “ellos” de mandarme este mensaje (y sólo
estuve de acuerdo en eso que él dijo) y lo citaré: “esos pendejitos no tienen
lo que yo para decírtelo en tu cara”. No hablaré con todas las palabras anti
sonantes, porque odio que lean por morbosidad o compasión. Sólo es vivencial.
Y
después de escupirme, salió de mi celda y me dijo: recuerda que aquí mando yo,
así que tranquilito y cooperando.
Dime
tú, si la pregunta “¿cómo estás?”, es digna de preguntarla y responderla. 
En
este lugar no existe la calma, escuchas todo tipo de gritos: llantos,
maldiciones, dolor. Y uno sólo se calla y se une telepáticamente a todo eso.
Las
noches… no sé qué pensar de ellas. Empiezas a creer que tu celda se hace más
pequeña, sucia  asfixiante. Hay todo el
tiempo del mundo, pero sin nada que hacer. 
Los
presos que no te conocen siempre te preguntan: ¿por qué estás aquí?. Esa
pregunta me la hago todos los días y la única respuesta que pienso es:
inocencia y tiempo. Dos factores muy claves: justificación y acto. Sólo esa es
mi respuesta, era concreta y digna. Después de todo un largo cuento, con la
larga lista de personas está de más. Además, vuelvo a repetirlo: no hay
morbosidad. 
Si
te cuento, nadie sabe de mi reclusión; salvo 2… 1 persona. Me visita cada que
puede y me hace entrar en razón. ¿Qué mis padres?. A ellos les dije una
mentira, que estoy de vacaciones y que no puedo visitarlos porque debo
estudiar. Valla cosa… estudiar.
Soy
mi única salida, en mi cabeza se forman sueños que terminan de pesadillas y
llanto. El silencio no es más que tu melodía más bella. En pocas ocasiones hay
tranquilidad. 
¿Y
la venganza qué?, dicen mis compañeros, sales y los matas. ¿Matarlos?, ya lo
están, si vida es su muerte. ¿Qué diga sus nombres para que les tomen presos?,
eso como dice “el Don” es una mariconería. “El perdón es la salvación”,
¿Salvación?, ¿la libertad es la salvación?, ¿”ellos” son libres?.
¿Qué
cuándo saldré?, no sé… pregúntate tú cuando has querido salir de la “cárcel”.
Primavera 2013.
 .
 
 
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